March 11, 2021

Desinformación en la Argentina: la perspectiva de Laura Zommer de Chequeado

De acuerdo con un estudio que se realizó el GDI en 2020, casi dos tercios de los más que 30 sitios de noticias argentinos analizados presentan un alto riesgo de desinformar a sus lectores en línea. Más allá de los riesgos, es importante entender mejor el contexto de la desinformación en la Argentina que ha contribuido a estos resultados. Por este motivo, el GDI entrevistó a Laura Zommer, la directora ejecutiva y periodística de Chequeado.

Chequeado es parte de la Fundación La Voz Pública, una organización no partidaria y sin fines de lucro cuyo fin es fortalecer el sistema democrático. A través de sus programas de Medios, Innovación y Educación, busca mejorar el debate público, desarrollar antídotos contra la desinformación y subir el costo de la mentira.

GDI: Desde la perspectiva de Chequeado, ¿cómo se podría describir la evolución de la desinformación en la Argentina en los últimos años?

Laura Zommer (LZ): En muchos aspectos, la desinformación en la Argentina y América Latina sigue las tendencias globales, pero agravadas por la desigualdad en el acceso a la educación y la tecnología, la debilidad de las instituciones públicas y la falta de acceso a información de calidad.

Durante los períodos electorales, y en especial en las fechas cercanas a los comicios, hemos observado un aumento en la cantidad de desinformación política. Por su parte, durante la pandemia vimos una gran cantidad de desinformación vinculada con temas de salud: en un inicio era más dispersa ⎯iba desde falsas curas caseras para el coronavirus hasta teorías conspirativas acerca de su origen⎯, y con el tiempo ha convergido hacia desinformación sobre las vacunas y sus supuestos peligros.

A esas tendencias globales se incorporan las particularidades locales, que van desde los formatos que se utilizan para hacer virales estos contenidos de baja calidad ⎯por ejemplo, los audios de WhatsApp son uno de los vehículos, algo que no necesariamente ocurre en otras regiones⎯ hasta los temas sobre los que se desarrollan las desinformaciones. En la Argentina, por ejemplo, el sistema bancario y en particular la disponibilidad de los dólares son objeto frecuente de desinformaciones dada la historia económica del país.

GDI: ¿Cuáles son los temas o ámbitos de la vida diaria que están más tocados por la desinformación en la Argentina?

LZ: Los temas que más se tocan varían mucho según la agenda pública y la coyuntura. Las desinformaciones sobre salud y política son constantes, aunque con diferente intensidad en distintos momentos. Actualmente, mientras se discute la legalización del aborto en la Argentina, vemos también desinformaciones vinculadas a ello y a cuestiones de igualdad de género. En muchos casos, los límites entre salud y política no son tan claros. Por ejemplo, muchas de las narrativas que surgen sobre las vacunas del coronavirus mezclan el aspecto sanitario con cuestiones geopolíticas, como el origen de la vacuna ⎯si es producida en Rusia, el Reino Unido o los Estados Unidos⎯, por lo cual no siempre es fácil diferenciarlos.

GDI: ¿Ha cambiado la comprensión de los lectores argentinos acerca de los riesgos de la desinformación? ¿Hubo cambios en el rol de los medios argentinos en combatirla?

LZ: Nosotros creemos que si algo bueno tuvo la pandemia es que se ha generado mayor conciencia sobre el fenómeno de la desinformación ⎯cómo circula y sus riesgos⎯ entre las audiencias, que están más alerta ahora que hace algunos años. Aunque no tenemos una medición certera de esto, lo vemos en algunas señales, como el aumento en la cantidad de pedidos de verificaciones que nos llegan a nuestras redes sociales y a nuestra línea de WhatsApp por parte de personas que ven contenidos sospechosos y deciden enviarlo para chequearlo antes de compartirlo.

En cuanto al rol de los medios, advertimos que hubo mejoras en muchas redacciones a partir de la experiencia durante la campaña presidencial en el proyecto colaborativo Reverso. Participaron más de 120 medios y uno de los requisitos para hacerlo era aceptar y cumplir una política de corrección que incluía subsanar los errores y aclarárselo a las audiencias.

GDI: ¿Es valioso calificar el riesgo de desinformación de los medios online de la Argentina?

LZ: Sí, creo que los medios de comunicación son uno de los actores centrales en el fenómeno de la desinformación. La pérdida de confianza de la ciudadanía en los medios, como ocurre con otras instituciones, es un problema del ecosistema informativo que hace más difícil combatir la desinformación. Tener medios fuertes que cuenten con credibilidad es muy importante para que haya una ciudadanía bien informada.

En la actualidad, en cambio, los medios y otros actores tradicionales ⎯como líderes políticos o de opinión⎯ contribuyen en algunos casos a la desinformación. En la búsqueda de generar interés por parte de las audiencias y obtener clics que puedan monetizar, publican notas con titulares atractivos pero que generan confusión o directamente desinforman.

Además, hay sitios que copian la estructura de los medios de comunicación para difundir desinformaciones de manera sistemática, y es importante identificarlos para alertar a las audiencias sobre el riesgo. Por eso es clave tener medios transparentes en cuanto a su financiamiento, equipo, línea editorial y otros aspectos relevantes, en los que las audiencias puedan encontrar la información necesaria para saber si pueden confiar o no en lo que publican.

GDI: ¿Qué significan los resultados del estudio de los riesgos del mercado de medios digitales de la Argentina que ha realizado el Global Disinformation Index (GDI)?

LZ: Los resultados de la Argentina son preocupantes, sobre todo en cuanto a la baja transparencia de cómo operan los medios y quiénes están detrás de ellos. Esto muestra la opacidad de muchos medios, que históricamente no han sentido la obligación de informar a sus audiencias sobre estos temas, lo cual es en sí un problema. Ahora, además, se suma que hay sitios que aprovechan esa opacidad general para imitar la forma de los medios y difundir desinformación sin que llame la atención que no haya datos sobre el funcionamiento de un sitio.

GDI: ¿Cómo les pueden servir las calificaciones de riesgo de desinformación a los lectores argentinos? ¿Qué utilidad pueden tener para los medios, las agencias de publicidad y las marcas nacionales e internacionales?

LZ: Creo que todas las evaluaciones cumplen un rol importante en señalar cuáles son los atributos deseables para que un medio sea transparente y con eso alertar si un medio está en falta. Es un aporte de sistematización y presentación de buenas prácticas que pone a disposición de los medios una guía para que implementen quienes deseen tener una relación más transparente con sus audiencias.

Además, creo que esta clasificación permite identificar a actores que operan con mucha opacidad y mucho riesgo de ser desinformadores sistemáticos. Tener a estos actores identificados a través de una metodología clara permite que las marcas, las grandes plataformas y otros actores del mundo digital puedan tomar decisiones mejor informadas para no fomentar este tipo de acciones.

GDI: ¿Cuáles serían los pasos necesarios para cambiar el contexto actual en la Argentina de la desinformación?

LZ: La desinformación es un fenómeno en el que convergen muchos aspectos que necesitamos trabajar en paralelo. No hay una única bala de plata.

Necesitamos una ciudadanía con conocimientos digitales y pensamiento crítico que pueda identificar los contenidos que son potenciales desinformaciones para no compartirlos y aumentar su circulación, y para eso necesitamos programas educativos adaptados a estos desafíos.

Necesitamos medios y empresas comprometidos a no lucrar con la desinformación y que no generen incentivos para que ella sea negocio.

También necesitamos mejores tecnologías que faciliten el trabajo de los chequeadores, de académicos y de otros actores para poder identificar y combatir las desinformaciones más rápido.

Y necesitamos buen periodismo ⎯transparente, autónomo y sustentable económicamente⎯, que muestre cuando las cosas son falsas, que sea claro sobre sus objetivos e intenciones y cuente con la confianza de la ciudadanía para poder tener un debate democrático.